Hay días en los que la verdad y
la conciencia me pegan de lleno en la cara, cruzan por mi cabeza tantas y
tantas cosas que me es casi imposible organizarlas para poder procesarlas y escribirlas.
La mayoría de las veces es
difícil aceptarnos como somos, pero como realmente somos, no como nos dicen las
personas que nos conocen, ni como nos dice que somos quién nos ama, sino como
realmente somos, sin adornos, sin mentiras, sin adulaciones, sin pretensiones,
sin máscaras.
Es muy doloroso abrir los ojos a
la realidad y darme cuenta de que por más que me esfuerce, siempre habrá algo en
mi día a día que lastima a alguien, que hiere a alguien, que aleja a alguien de
mí, algo que hace que me quieran menos, algo que hace que la gente que amo
prefiera estar lejos de mí, algo que les haga desear hacer otras cosas, estar
con otras personas, añorar mi ausencia y sufrir mi presencia, algo que poco a
poco me va dejando solo…solo por dentro, conmigo, sin nadie.
Sin embargo, mi absurdo y muchas
veces infundado optimismo, me lleva a “seguir en la lucha” a “echarle ganas” a
“dar un poco más”, para al final darme cuenta de que estoy donde comencé, con
las manos vacías, escuchando mentiras, promesas, excusas y halagos huecos, creo
fielmente que, si todos fuéramos honestos con nosotros mismos, si fuéramos
fieles a nuestros pensamientos, ideales y principios, poca gente estaría junta
toda la vida. No siempre la tolerancia y la comprensión funcionan, entre más
tolerante y comprensivo quiero ser más cosas malas pasan, si doy el cien, me
piden el doscientos, nunca podré cubrir las expectativas de nadie al cien por
ciento ni habrá alguien que cubra las mías.
Cada vez que descubro una
mentira, un engaño, “un secreto”, cada vez que me doy cuenta de una “doble
intención”, cada vez que soy ignorado, cada vez que dejan de hablar cuando
llego, que me tratan como a aquel loco furioso al que es mejor no enterar de
algo que pueda desatar su ira, cada vez que piensan que ocultarme algo no es lo
mismo que engañarme, cada vez que pasa algo
como eso o…todo al mismo tiempo, la depresión me acecha, me sigue, me caza, me
abraza, a veces tengo ganas de cerrar los ojos y ya no abrirlos, acabar con mis
preocupaciones, mis penas, mis dudas, mis deseos, mis anhelos…mi vida, liberar
a quienes tienen que soportarme, liberarlos de mi presencia, de mis quejas, de
mis dudas, de mis palabras, de mis comentarios sarcásticos, de mis peleas
internas y externas con el resto de la gente, de mi intolerancia…
Terminar mi vida llena de
fracasos, desilusiones, sin sabores, tropiezos, errores, mentiras, dudas,
miedos, odios, rencores, dolor…soledad.
En días como estos me doy cuenta
de que siempre seré el mismo, que todos mis esfuerzos por cambiar no son nada,
no llevan a ningún lado, no producen ningún efecto y lo único que me salva de
la soledad es “el qué dirán” el “ya me casé y ni modo” las promesas hechas, los
sueños por cumplir, los anhelos guardados, la familia…
Me queda claro que hay días…días
como estos, que, aunque no quiera, seguirán existiendo para mi…haga lo que
haga, diga lo que diga, piense lo que piense, digan lo que digan…