domingo, 4 de septiembre de 2011

"DESTINO" capitulo 2

Ella nunca quiso aprender a manejar, -Uno nunca sabe, y con lo del embarazo….- le decía él-.
-Sabes que soy muy nerviosa y la gente maneja horrible- contestaba ella.

La familia de ella vivía en otro estado y se frecuentaban poco. De vez en cuando les llamaba por teléfono para saber como estaban, de hecho no sabían que ella estaba embarazada; él solo tenía a su papá quien vivía en un asilo, él no estaba de acuerdo con eso y le suplicaba a su papá cada vez que lo veía que se fuera a vivir con ellos, pero el solo le decía: -No quiero dar “lata”-.

Dio vuelta en cuanto pudo pero aquello era un caos, de pronto recordó una ruta alterna, -Con este maldito tránsito nunca voy a llegar-. Llamó a su casa para saber como estaba su esposa, -le voy a decir que pida un taxi y la alcanzo en el hospital-. El teléfono sonó y sonó pero no recibió respuesta, la angustia lo invadió, trató nuevamente pero nada, no respondía, entonces llamó a su oficina, le explicó a su secretaria rápidamente lo que ocurría, –¡Llama inmediatamente a una ambulancia que vaya a mi casa, mi esposa se siente mal, la última vez que hablé con ella estaba sangrando y no me contesta el teléfono!-, colgó y llamó nuevamente a su casa pero no obtuvo respuesta; la ruta alterna que había tomado estaba cerrada y los trabajadores daban indicaciones para que los automovilistas se regresaran; -¡No puede ser!, su teléfono comenzó a sonar anunciando que ya no tenía batería, busco el cargador en la guantera pero recordó que lo había bajado por error la noche anterior, la desesperación se apoderó de él.

No daba crédito a lo que veía, una herida de aproximadamente cinco centímetros aparecía en el dorso de su mano, un dolor intenso le obligo a soltar el volante, se estacionó tan rápido como pudo, la sangre empezó a brotar incontenible, instintivamente se apretó con la otra mano tratando de detener el  sangrado, la boca se le comenzó a secar, sacó como pudo el pañuelo de su bolsa, el dolor aumentaba a cada momento, de pronto el ruido de un claxon lo hizo voltear un momento hacia el retrovisor, ahí, justo en el asiento trasero estaba un hombre, tez morena, rapado, barba de candado, de entre 35 y 40 años de  edad, solo se veía un hueco negro donde se supone debería de tener los ojos, la sorpresa le hizo olvidar el terrible dolor; trató de abrir la puerta del auto pero estaba atorada, cerró los ojos esperando lo peor, no supo cuanto tiempo pasó, cuando se atrevió a abrir los ojos ya no había nada, ni el hombre, ni la cortada, ni la sangre, tampoco el dolor, nada.
CONTINUARA...

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