Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, todavía tenía la imagen de su mano sangrando, de pronto un golpe en la ventana del auto lo hizo brincar, era un policía,
-¿Se siente bien? ¿Le puedo ayudar en algo?-
-¡Oficial había un hombre en el asiento trasero de mi auto, pensé que me quería asaltar, pero de pronto desapareció!-.
Sorprendido el policía le contestó: -Tengo toda la mañana aquí señor y como podrá notar el tránsito es muy lento y no he visto a nadie caminando desde hace un rato-.
Él ya no escuchó lo último, simplemente sintió que cayó en un gran hoyo negro.
Cuando volvió en sí estaba en su auto, una gota cayó en su nariz haciéndole cosquillas, la limpió con la palma de su mano, era sangre, un dolor intenso le nubló la vista, inmediatamente se llevó las manos a la frente, sangre, sintió como iba resbalando por la nuca y por la frente, instintivamente buscó el espejo, ahí estaba el mismo hombre, con aquella mirada hueca, pero esta vez estaba riendo, riendo a carcajadas, y dejando ver que le faltaba un diente, no soportó mas, el dolor aumentó y todo se volvió negro.
Al despertar lo primero que sintió fue un sabor desagradable en la boca e inmediatamente después abrió los ojos o eso sintió que hizo, no podía ver nada una y otra vez frotó sus ojos, -Estoy ciego- pensó, trato de ver su mano acercándola a sus ojos, pero no logró ver nada, empezó a sentir miedo como nunca había sentido; otra vez ese sabor de boca, trató de incorporarse pero su cabeza chocó casi inmediatamente con algo, con las manos comenzó a tocar a su alrededor, todo era acolchonado.
-Estoy en una caja- pensó, -¡Me enterraron vivo¡-, una angustia indescriptible se apoderó de él y sintió como se erizaba cada vello de su cuerpo, trató de mover los pies con el mismo resultado, solo un pequeño espacio hacia arriba y hacia los lados.
– ¡Quizá todavía no me entierran y esto es el velorio!, ¡Auxilio!!!, gritó una y otra vez sin que sus súplicas fueran escuchadas, entonces fue cuando comenzó a llorar, golpeó con piernas y brazos tan fuerte como pudo, se movió hacia los lados y siguió gritando entre llanto y sollozos, de pronto la caja donde se encontraba se fue de lado y cayó, el golpe abrió por un lado la caja, pudo ver una línea de luz e inmediatamente comenzó a empujar lo que parecía era la tapa, por fin pudo salir, tomó aire y se quedó sentado por un momento.
No sabía si era una Iglesia o un mausoleo pero una cosa si era segura: estaba abandonado, aquel lugar era muy alto, las ventanas sin vidrios en los lados permitían que el viento helado entrara, comenzaba a oscurecer, no pudo ver ninguna figura sacra o alguna pintura con motivos religiosos como esperaba, solo polvo, todo era de madera desde las paredes hasta las dos cúpulas que se apreciaban en lo alto.
– ¡Hay alguien aquí?, gritó tan fuerte como pudo, pero solo el eco le respondió. -¡Mi esposa!, ¿que hora será?, se preguntó, pero se dio cuenta de que no traía reloj. -¡El celular!- pensó; pero cuando se llevó la mano a la cintura buscándolo se dio cuenta de que tampoco lo tenía, tampoco su cartera. -¡Seguramente cuando me desmayé me robaron, quien sabe cuanto tiempo estuve inconsciente en el auto, después de robarme me metieron en la caja y me dejaron aquí pensando que estaba muerto-, pensó. –Mi esposa!, ¿que habrá pasado con ella?, ¿Dónde estará en estos momentos?, ¡Tengo que salir de aquí!-
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