Al entrar a aquel lugar el recuerdo lo sorprendió, -No puede ser hace unos momentos esto estaba vacío, abandonado, ¿dónde estoy?-, preguntó.
-Está usted lejos de todo el mundo- dijo el anciano, –el poblado mas cercano está como a 80 kilómetros y esta carretera ya casi nadie la transita desde que hicieron la autopista, usted es la primera persona que veo desde hace tres días, cuando mi esposa murió…-
-¡¡Mi esposa!!...- interrumpió él, -tengo que llamar a mi esposa debe de estar muy preocupada, ella está embarazada sabe…-
-Creo que hace un momento no me escuchó-, interrumpió ahora el anciano, -le decía que no funciona el teléfono desde hace ya una semana, hubo una tormenta de arena y derribó varios postes…-
Ya no escuchó eso, una fuerte desesperación se apoderó de él, -tengo que regresar-, pensó,
-necesito gasolina...- dijo, y fue directamente hacia la bomba.
-No hay gasolina desde hace dos días-, dijo el anciano, -lo único que le puedo ofrecer es un poco de agua-.
-Tengo que regresar con ella…-.
-Debería de buscar a un doctor, esas heridas se ven mal-.
Tampoco escuchó eso, se subió a su auto, lo puso en marcha y tomó nuevamente la carretera, no tenía idea de donde estaba ni a donde se dirigía, solo pensaba en su esposa, manejó por espacio de 25 minutos, cuando de pronto el auto comenzó a detenerse.
-іMaldita suerte!-, dijo. Al mirar el tablero se percató de que no le quedaba mas gasolina, bajó del auto y comenzó a caminar, el calor era sofocante y el sudor empapaba su cuerpo, nunca supo cuanto tiempo caminó, esa carretera y aquel desierto no tenían fin, las piernas comenzaron a dolerle del cansancio, el sol empezó a ocultarse y poco a poco la temperatura comenzó a descender; ya no pudo más y se sentó en unas rocas a la orilla de la carretera.
-¿Qué es todo esto?, ¿Dónde diablos estoy?, ¿Quién o qué me trajo hasta aquí?, ¿Cómo estará mi esposa?-, el cansancio lo venció y se quedó dormido tratando de contestarse él mismo todas aquellas preguntas que formuló en su cabeza.
-¿Ya te sientes mejor?-, trató de enfocar la vista, sintió un fuerte dolor de cabeza y ese sabor en la boca otra vez. -Hijo, tranquilo, no te levantes, con dos días sin probar alimento y medio dormir como no quieres estar así-, era su padre que se encontraba junto a él.
-¿¿Papá??, ¿Dónde estoy?, ¿Qué haces tu aquí?, ¿Por qué estoy vestido con este traje negro?, y tu… y tu también… ¿Qué pasó?–.
-Hijo…-, su padre lo abrazó con fuerza y no pudo evitar llorar, -¿No lo recuerdas?... tu esposa… y tu hijo…
-¿Mi esposa?, ¿Qué le pasó?, dime por favor!!!!–.
-Murió hijo…, cuando la ambulancia llegó a tu casa ella ya había muerto, el bebé solo vivió unas horas…. los dos murieron hijo… los dos.
Era un día bastante agradable, el sol iluminaba de manera especial aquel enorme jardín lleno de flores, el agua de la fuente que se encontraba junto al enorme roble caía como si fueran pedazos de cristal y la ligera brisa que provocaba, formaba un minúsculo arco iris, desde la ventana del primer piso de aquel edificio la vista era increíble, pero todo, para él, era gris, nada tenía sentido, no sabía cuanto tiempo llevaba sentado ahí y no le importaba, los vagos recuerdos que tenía lo atormentaban cada vez más, no podía por más que intentaba, armar ese rompecabezas en su cabeza, nada encajaba, de pronto lo vio, ahí estaba aquel hombre que vio en el asiento trasero de su auto aquel día que todo comenzó, junto a la fuente recargado en el enorme roble con una sonrisa burlona, mirándolo o al menos eso parecía, ya que solo tenía aquellos negros y profundos huecos donde debería tener los ojos, vestía una gabardina negra que le llegaba hasta los tobillos, tenía el cabello hasta los hombros; comenzó a sentir un miedo incontrolable y trató de levantarse y huir pero no pudo, no tuvo fuerzas ni siquiera para gritar y pedir ayuda, una enfermera que pasaba pudo notar la desesperación en su rostro y le preguntó, –¿Le puedo ayudar en algo?-.
Él solo pudo señalar a la ventana, la enfermera se acercó y observó pero solo vio al jardinero hincado junto a la fuente: –Es solo el jardinero señor, no hay nada ni nadie más.-
Él volvió la vista con miedo a donde había visto al hombre pero ya no estaba, solo estaba el jardinero tal y como lo había visto la enfermera, -Ahí estaba se lo juro, recargado en el árbol-.
La enfermera no contestó, se dio la vuelta y procedió a empujar la silla de ruedas donde se encontraba sentado él, lo llevó hasta su cuarto y le ayudó a acostarse, –trate de relajarse, en un momento vuelvo-, dicho esto salió del cuarto cerrando la puerta, regresó en un minuto con un pequeño vaso en la mano, –tómese esto le hará bien-. Él se levantó un poco para poder tomar el contenido de aquel vaso y de nuevo ese sabor en la boca, todo se volvió negro otra vez.
-Pobre hombre-, platicaba la enfermera con su compañera, -nunca superó la muerte de su esposa y su hijo-.
-¿Qué fue lo que pasó?-, preguntó la otra.
-Por lo que dice su expediente, hace dos años salió de su casa hacia el trabajo como todos los días, cuando iba a mitad del camino su esposa le llamó por teléfono, estaba embarazada y tuvo una complicación, el trató de regresar, pero para evitar el tráfico tomó una ruta alterna que en ese momento estaba en reparación y quedó atrapado en el tráfico, el intenso estrés le ocasionó un desequilibrio mental que le provocó fuertes alucinaciones; ya ha escapado del hospital varias veces tratando según él de ir con su esposa, la última vez lo encontraron inconsciente junto a la carretera después de dos días, con heridas que al parecer se ocasionó al caer a un pequeño precipicio en el desierto, un hombre trató de ayudarlo en una estación de servicio que se encuentra en la carretera a 20 kilómetros de aquí, pero salió corriendo por lo que el hombre llamó a la policía, quien lo identificó gracias a los pedazos de bata que llevaba puesta con las siglas del Hospital-.
Aquel centro de salud mental estaba en medio del desierto, su padre ya había muerto y nadie lo visitaba.
Murió un año después debido a un paro cardiaco que le provocó un ataque de angustia al querer escapar de aquel hombre que día con día veía en el jardín.
Nadie sabe si el destino pueda tener forma humana, cada quien lo ve de diferente manera, pero lo que si es seguro es que nadie puede escapar de él.
FIN
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